La elegancia del erizo

Este fin de semana terminé de leer 'La elegancia del Erizo' de Muriel Barbery.
Por desgracia no leo con la frecuencia con la que lo hacía antaño y las andanzas de las dos protagonistas, vecinas, y almas gemelas del número 7 de la calle Grenelle han sufrido muchas interrupciones.
La novela se lee con interés, hay unas cuantas reflexiones interesantes, diálogos consistentes y humor refinado, pero lo cierto es que me ha dejado un cierto regusto de insatisfacción.
La naturaleza de los personajes (Renée, la portera que lleva toda su vida fingiendo ser una mujer común, y Paloma, que con doce años oculta una inteligencia extraordinaria) trasmiten personalidades tan homogéneas que de tan poco creibles parecen sacadas de una fábula moderna.
Ese aire cinematográfico me lleva a pensar que no tardaremos en ver una versión cinematográfica al más puro estilo 'Amelie'.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

puede que esté escrita con ese propósito.La escritura, si sabes las técnicas, puedes hacer como los cocidos madrileños si sabes los ingredientes.A pesar de todo hay veces que no sale bueno porque como decía mi padre, no está hecho con amor.

Anónimo dijo...

Completamente de acuerdo contigo, Sus fragmentos cortitos, su ir y venir de historias, hace que se lea fácilmente e incluso te llegue a "enganchar" y a menudo eso es lo que busca el lector o la lectora.

Marta Salvador dijo...

El principio y centro de la novela son bastante atrayentes, por el monólogo interior de ambas protagonistas y un tono humorístico que las hace creíbles. Pero el final me parece cobarde, precipitado (no voy a desvelarlo para quien no lo haya leído todavía). No se atreve a convertir a la portera en cenicienta. ¿Y por qué no? ¿No es un final digno para ella? Si Muriel Barbery cree que sería un final indigno para su portera, no debería haberla conducido hacia una ilusión sentimental, sino por otros caminos más ajustados a su expectativa.

Anónimo dijo...

Voy con el tiempo justo, me lo recominedas??

Unknown dijo...

Aprende a teclear primero, piltrafilla!