Desde el pasado 4 de julio dispongo de un megasuperpoder que me pemite repartir excusas a diestro y siniestro sin el más mínimo remordimiento. Paso a enumerar unos cuantos ejemplos:
No estuve en mi ciudad durante los días en que Benedicto Superstar permaneció en la misma. En lugar de un "Jo no te espere", ejercí mi derecho, como muchos de mis convecinos, al "Jo me pire". Me excuso también por perderme las semifinales y la final de los mundiales. De todas formas, a mi modesto entender, sólo sirvió para confirmar que el futbol que vences es aburrido y que no se salva de meter la gamba ni Zidane. Mil excusas a amigos-as, familares, y ex-compañeros de celda por no responder mensajes ni contestar llamadas.
Aunque me cuesta, excuso a los funcionarios del Registro Civil de mi ciudad. La inoperancia y la falta de celo me cuesta. A todos menos a la que me encontré poco después en el centro comercial mientras la gente con bebés de una semana en brazos seguía esperando su turno con la ventanilla bajada. Ya puestos, excusaré también a la farmeceutica torpe porque seguramente habré de volver a ella.
No me cuesta nada excusar a mi propia vida por ser ahora tan diferente de como yo mismo me la hubiese imaginado. Tampoco me supone un gran esfuerzo excusarme por ausentarme de mis "obligaciones profesionales" durante un par de semanas.
Mi gran, ineludible e invencible excusa para todo es y será una mujer morena de 3150 gr. llamada Marina, y que nació ese 4 de julio a las 18.34. No hace falta que os diga que esta culebrilla, aunque me lo ponga un poco más difícil, no hará sino enriquecer este nido de crótalos incoherente y viboril.
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