Y lo hago, en parte, gracias a
Manolo y su fardacho. El padre de Marta se metió no hace mucho en esto de los blog de manera tardía y está consiguiendo lo que, para mí, es la esencia de una bitácora personal: contar de manera sincera los asuntos que uno considera trascendentales para sí. El lo ha llamado en su última entrada "escribir en voz alta". Gracias a ello consigue trasmitir claves vitales que de otra manera seguramente no conoceríamos. Algo muy valioso.
Ya hay suficientes blogs que citan contenidos de otros blogs o que sirven al autor para recrear una vida que no es la propia, ¿no?
Lo hago también gracias a
Marta. Ella también es una recién llegada a esto de los blogs, pero como su padre le está sacando un provecho fantástico. Escribe cada vez mejor y con más ilusión. Con sus relatos nos maneja a todos a su antojo, llevándonos de la risa a la sorpresa, pasando por alguna tristeza desconcertante (uno no sabe si tiene algo que ver en todo ello!) y, sobretodo, le está dando muchos ánimos a nivel profesional.
Es un placer verla de reojo observando lo que le rodea. La escena más cotidiana paseando, en una cafetería o en nuestras escasas escapadas, pasa por sus ojos y queda almacenada para verla reflejada, poco después, en una pequeña y reluciente entrada semanal a su blog
Es un placer descubrir que tu compañera, además de ser una
parternaire fabulosa, tiene una pequeña esquina donde brilla cada semana con pequeñas historias. Leerla, qué vale la pena.
Y ahora me toca a mí, puesto que vuelvo sin ninguna pretensión. Con los músculos de la escritura totalmente atrancados. Y, al menos, con la intención de escribir de manera frecuente cosas sencillas y bastante cotidianas que considere importante trasmitir a quien me lea.
Vuelvo pues.