La solución de Pippi

Será por el vértigo que da la "hoja en blanco" o por los desarreglos biológicos provocados por la dichosa navidad. El caso es que me ha costado lo que no está escrito volver a postear. Surgen los temas pero nunca parecen encajar. Y como suele ser habitual me replanteo si seguir este cacharro o no, si debo ser más específico en la temática o si he de mantenerlo como el pastiche disperso e inclasificable que estás leyendo. Otros debates en mi "padentro" son un pudor inevitable a contar demasiadas cosas de uno mismo, lo que me lleva inevitablemente a la dispersión temática y lo aleja de la cercanía que encientro en otros blogs. Aunque como ya digo es inevitable...

Anoche veía de reojo un dvd de Pippi Calzaslargas que le han traido los reyes a la pequeña E mientras trabajaba y llegué a la conclusión de lo chulo que es el caos y el desorden asumido felizmente. La vida irracional, feliz e independiente de una niña (la más furte del mundo) que vive sola Villa Kunterbunt con su mono Mister Nilsson, el caballo Pequeño Tío y el maletín lleno de dinero que le dejó su padre (un capitán que ahora vive en Tacatuca) dedicándose a regar las plantas cuando llueve, o a inventarse chuches o enfermedades imaginarias con sus fieles amigos Tommy y Annika. Y no podía haber libertad sin orden: la Srta. Prasselius manda y los policias Kling y Klang, empeñados en llevar a Pippi a un colegio.

No se si esta serie nos marco cuando allá por los 70 fue emitida esta serie basada en la obra de la escritora sueca Astrid Lindgren. Lo cierto es que muchos padres de hoy, niños entonces, deberían volver a ver la serie que no se perdían los sábados tarde de hace 30 años.
Más que nunca, entre tanto folklore político-militar, pasiones gavilánicas y bares con humo, Pippilotta Rollgardina Victualia Peppermint Longstockin debería ser asignatura obligatoría, tanto para los de ética como para los de religión.

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